Criterios de edición
Lamentablemente, no se conserva el manuscrito original de Santa Juana de Castilla (SJC), y, si así fuera, se trataría de un idiógrafo, porque en la fecha de redacción de la obra Galdós ya estaba ciego, y necesitaba de la ayuda de un copista1, lo cual, por cierto, relativiza el alcance de la información que pudiera proporcionarnos. No es probable que tal idiógrafo pueda hallarse algún día, porque en los siglos XVIII y XIX, las obras dramáticas se imprimían al poco tiempo de su representación, como sucedió en el caso que nos ocupa; el original pasaba primero a manos del censor y no es frecuente su transmisión manuscrita (Alberto Blecua, 2001, 222). Por lo demás, el propio Galdós confesaba en carta a Pérez de Ayala del 25 de mayo de 1918, diecisiete días después del estreno de la obra:
La conducta de El sol que no publica [como folletón] ni anuncia la Santa Juana de Castilla, me ha puesto en una situación verdaderamente aflictiva. ¿Qué hacemos? Ni siquiera tengo un ejemplar para imprimir la obra y darla a el público, que ya me parece que es tiempo, pues el único ejemplar lo tiene El Sol. [Pedro Ortiz, 1996, 795-796]
El Sol había publicado el 9 de mayo en portada un artículo de Ramón Pérez de Ayala sobre el estreno de la obra, y el 21 de ese mes informaba también en portada de la próxima edición en folletón de Santa Juana de Castilla. Puede consultarse en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional2. El texto de El Sol puede ser importante porque se trata de la reproducción de una copia próxima al estreno de la obra y autorizada y documentada por su autor (carta a Pérez de Ayala). La primera edición de la obra fue la realizada por Sucesores de Hernando3 el año del estreno.
Si se comparan las ediciones de Hernando (H) y de El Sol (S), se advertirá que las variantes léxicas son mínimas: envidio y espaciarme (H) por invidio y esparcirme (S) en la escena III del 1. º acto; mesmo (H) por mismo (S), en la escena I del 2º acto; Muhlberg [Mühlberg] (H) por Mulver (S), en la última escena del acto III. Sin embargo, la voz espaciarse aparece después en el texto de Hernando, y también esparcir. Invidiar es arcaísmo y tal vez sea error o confusión de quien compuso la página.
También se añade algún elemento en la edición de El Sol. Por ejemplo, en un parlamento de Lisarda en la escena IX del 1. º acto, en el que se repite el pronombre yo, que aparece dos veces en el enunciado: ¿Cómo he de acordarme yo, señora, si en ese tiempo yo no había nacido todavía? También hay un añadido en el segundo parlamento de Mogica en la escena I del 1º acto, en que se incluye el verbo declarativo (dije). Veámoslo:
(H) […] Ayer mismo me habló de la presencia de los comuneros en Tordesillas, cual si fuera un caso ocurrido poco ha. «Señora considere que han pasado treinta y tantos años desde que estuvieron aquí aquellos valientes caballeros, que de Dios gocen»
(S) […] Ayer mismo me habló de la presencia de los comuneros en Tordesillas, cual si fuera un caso ocurrido poco ha, y yo le dije: «Señora considere que han pasado treinta y tantos años desde que estuvieron aquí aquellos valientes caballeros, que de Dios gocen».
Hay algunos cambios también en las acotaciones, pero no en el contenido sino en la disposición del texto. En general, Galdós es muy preciso, y, como pretende orientar la acción dramática con las acotaciones, estas aparecen al final o al principio de un parlamento o, a menudo, en medio (incluso las referidas al personaje que escucha). En la edición de El Sol las acotaciones a veces se separan del parlamento correspondiente y se agrupan en bloque, distinguiéndose netamente del texto dramático. Puede advertirse, por ejemplo, al final del drama, donde las últimas acotaciones aparecen insertas en el parlamento final de Borja (el rezo del credo) en Hernando, mientras que en El Sol se separan en tres parlamentos, aunque una de ellos está totalmente injustificado desde el punto de vista del diálogo. Veamos:
DOÑA JUANA.- ( Después de observar de cerca, respira trabajosamente: da un fuerte suspiro y calla. Pausa, expectación ).
En Hernando, este texto se incluye como acotación dentro del parlamento de Borja, que está rezando el credo con doña Juana, lo que parece más acertado desde el punto de vista dramático. Además, se han añadido elementos, porque en Hernando no se dice Después de observar de cerca, lo que parece más lógico, pues no se entiende por qué motivo la reina, en trance de muerte, debe observar de cerca, ni se dice qué es lo que observa. Lógicamente, se refiere a Borja, que advierte que la reina acaba de morir (Después de observar de cerca la faz lívida de la reina). Un cambio similar se advierte también al final de la escena II del 1º acto, en el que se desplaza parte de la acotación al comienzo de la siguiente escena.
El mayor número de cambios se produce en el uso de la puntuación y la mayúscula. En general, la puntuación de la edición de Hernando nos parece mejor y más cuidada (por ejemplo, Locura [Elogio de la Locura], aparece en cursiva y mayúscula en Hernando, y en redonda y minúscula en El Sol). Creemos que Galdós tiende a una puntuación "suelta", es decir, que se utilizan menos signos de los posibles, mientras que en la edición de EL Sol se tiende a una puntuación "trabada", en la que se usan todos los signos posibles, aunque alguno de estos sea fácilmente suprimible.
Por todo ello, creemos que los cambios de El Sol se deben al descuido o a la intención de acercar el texto original al lector medio de la prensa periódica, y que el texto original ha sido corregido o alterado en la composición de la edición de El Sol. Ello es particularmente visible en las variantes léxicas, en las que (salvo la excepción de envidio (H) por invidio (S) parece haberse buscado la modernización del texto. En consecuencia, tomaremos la edición de Hernando como fuente de la nuestra, sin prejuicio de que se anoten las variantes cuando parezca oportuno.
Además de la edición de El Sol, tenemos ocho testimonios impresos de la obra4, de los cuales cuatro (Fragua, Gran Canaria, Isadora y Bokus) son de hace unos pocos años y otros tres (Aguilar −1951 y 1971− y Diana) son de la segunda mitad del siglo pasado. Todas ellas siguen la edición de Hernando de 19185, que, como acabamos de ver, consideramos la edición princeps y es la que también seguiremos nosotros.
La reedición de textos del pasado plantea al editor un difícil dilema: conservar el texto tal como fue editado o modernizarlo según los usos actuales. Ambos criterios tienen argumentos a favor y en contra. En efecto, se aduce que una edición conservadora puede resultar más útil al filólogo (que en definitiva es el principal destinatario de una edición de este tipo) o al lector especializado; mientras que una edición modernizada favorece al lector medio porque facilita la comprensión de la obra. Naturalmente, se puede adoptar un criterio híbrido, pero entonces se corre el riesgo de no satisfacer a nadie.
Por nuestra parte, creemos que una edición filológica en nada perjudica al lector medio, que puede perfectamente prescindir del aparato crítico. Por tanto, y tratándose además de la primera edición crítica que se hace de SJC, creemos que el criterio que debemos adoptar es el conservador. Ahora bien, es preciso considerar que se trata de una obra escrita en español moderno y prácticamente contemporánea a nosotros, de modo que no parece muy razonable mantener todas sus características ortotipográficas. Una edición paleográfica de un texto de 1918 resulta, cuando menos, peregrina. Pues, en efecto, SJC obviamente es un monumento literario, pero no es un documento del idioma, como ocurre con los textos del Siglo de Oro o anteriores. De modo que se ha optado por modernizar la ortotipografía, y cuando excepcionalmente se mantiene algún elemento original se argumenta en la nota oportuna.
La ortografía se ha adaptado a la norma actual (RAE 2010a) en la acentuación, la mayúscula y las grafías. La puntuación exige un trato diferenciado, y no solo por su impacto en la sintaxis y, consecuentemente, en el sentido de las unidades textuales, sino por su efecto en la dicción, y conviene recordar que nos hallamos ante un texto dramático. En este sentido, es oportuno indicar, como hace Alberto Blecua (2012, 319-342) que, precisamente por esta última razón, hasta el siglo XVIII los textos dramáticos no se puntuaban, desde Lope hasta Cañizares -señala- ningún autor dramático puntúa sus autógrafos, sí lo hacen los neoclásicos. Y añade (p. 341) que esta era una exigencia de los autores de comedias a los dramaturgos, porque eran aquellos quienes dirigían "la entonación y la cadencia del verso".
Por otra parte, y como señala Luciano García (1975, 66), Galdós se preocupaba de subrayar y poner comillas en sus manuscritos, y hacía observar al impresor estas peculiaridades. Le preocupaba mucho el aspecto final del impreso, como ha puesto de manifiesto Dolores Troncoso (2012). Por todo ello, y aún a riesgo de contradecir el criterio general de modernización adoptado, ha parecido oportuno mantener la puntuación original.
Antes de terminar este apartado, es preciso hacer algunas observaciones sobre la categoría editorial que hemos asignado a esta edición: edición crítica. Pues en efecto, dado que no hay autógrafo (ni podría haberlo, sino idiógrafo) ni otros manuscritos, no puede haber cotejo de variantes. Las diferencias halladas en los testimonios impresos son escasas y de poca entidad, además de que estas ediciones remiten a la princeps de Hernando de 1918. Falta pues, el que quizá sea el rasgo característico de la edición crítica: el estudio de variantes. No obstante, esta edición se ha dotado de un significativo aparato crítico que incluye notas de carácter lingüístico y crítico. Estos elementos facilitan la comprensión por el lector de las peculiaridades lingüísticas del texto, su significado literario y su sentido global, y trascienden lo que sería una mera edición anotada con aditamentos eruditos. Por eso, ha parecido justificada la categoría de "edición crítica".
Respecto de las notas de carácter lingüístico, se ha procurado proceder siempre de la misma forma y precisamente para satisfacer esa intención crítica: a) tipificación del hecho léxico o morfosintáctico anotado, b) documentación del fenómeno en diccionarios y gramáticas vigentes en la época de la publicación de la obra y en otros actuales, c) explicación de la motivación estilística del hecho cuando ha parecido oportuno o significativo. d) Referencias a trabajos clásicos o actuales en relación con el aspecto anotado.
Pedro Ortiz-Armengol (1996, 587, 665, 705) señala que el secretario y escribiente de Galdós a partir de 1907 fue Pablo Nougués, que era taquígrafo y sabía llevar la correspondencia, corregir pruebas e incluso buscar algún dato, traer algún libro o artículo para documentarse, aunque tuvo también otros amanuenses. Mientras conservó algo de su deteriorada vista, Galdós la reservaba para la correspondencia íntima, aunque alguna de las cartas a Teodosia Gandarias la redactó Nogués (Pedro Ortiz-Armengol, 1996, 706-708). Hacia 1917, Nogués había fallecido, y el escritor dictaba a su mayordomo Paco Martínez (Pedro Ortiz-Armengol, 1996, 785).
La obra se publicó en 9 entregas los días 10, 11, 13, 14, 16, 20, 21, 22 y 25 de junio de1918. Como se sabe, los talleres de El Sol fueron incautados por los falangistas al final de la Guerra Civil, y allí se imprimió Arriba, órgano oficial de la Falange. De modo que, aunque se conservara algo del archivo de El Sol, parece poco probable que contuviera documentos sobre Galdós. Hemeroteca Digital
En Aldeanueva de la Serrezuela (Segovia), existe una exposición sobre Victoriano Hernando que puede consultarse en línea Aldeanueva de la Serrezuela. Aunque no hemos podido hallar ninguna referencia a Santa Juana de Castilla, creemos que puede ser muy interesante para la investigación galdosiana.
Las referencias bibliográficas completas pueden consultarse en el apartado de Bibliografía. No hemos podido consultar la edición de Bokus.
No es infrecuente que en la edición no se indique explícitamente cuál es el texto que se ha utilizado como fuente. No obstante, como entre el tiempo que media entre la primera edición de Hernando y las reediciones que se hicieron a mediados del siglo pasado no se ha podido documentar ninguna otra edición ni se tiene noticia del idiógrafo original, hay que pensar que todas ellas siguen la edición de Hernando. Por otra parte, a veces se trata de sucesivas ediciones de una misma editorial, como sucede en el caso de Aguilar (1951 y 1971). En las ediciones más recientes suele señalarse explícitamente que el texto reeditado es el de Hernando.